Algunas se muestran en la serie, otras no, pero todas forman parte de la historia desde aquel triste 26 de abril.
La última gran producción de HBO, la miniserie Chernobyl, retrata a la perfección lo ocurrido en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin el 26 de abril de 1986. En solo cinco capítulos el espectador puede introducirse en la historia de la que se considera como la mayor catástrofe nuclear de todos los tiempos. Si bien algunos personajes, como la física Ulana Khomyuk, no son reales, la mayoría de historias narradas en la serie son totalmente verídicas. Sin embargo, lo que se cuenta de ellos apenas supone unas pinceladas de lo que fue y sigue siendo la tragedia.
Por eso, finalizado el último capítulo, muchos espectadores quieren saber más. Y es que lo ocurrido aquella fatídica noche bien podría ser fruto de un guión de película ficticia, tanto por lo que se ve en la serie como por todos los datos que no han podido formar parte de ella. Son muchísimas las curiosidades relacionadas con el tema y llevaría mucho tiempo narrarlas todas. No obstante, esta es una lista de algunas de las más interesantes.
Suecia dio la voz de alarma
Esta es una de las curiosidades reales que sí que se cuentan en la serie, cuando Sherbina comunica a Legasov que le ha llegado noticia del descubrimiento de lo ocurrido en una central nuclear sueca. Fue el día 28, en la central nuclear de Forsmark, ubicada a más de 1.000 kilómetros de Chernobyl. Los trabajadores de la planta detectaron altos niveles de radiación y lanzaron la voz de alarma de que algo estaba sucediendo. Esto llevó al envío de satélites hasta Ucrania, que finalmente dieron con el origen del problema, obligando a la Unión Soviética a hacer público lo sucedido.
Asesinos a corto y largo plazo
Los tres principales isótopos radiactivos liberados tras la explosión fueron el yodo-131, el estroncio-90 y el cesio-137. El primero es uno de los más peligrosos, pues se acumula rápidamente en la glándula tiroides, de ahí la gran incidencia de tumores en esta zona que se produjeron después del accidente. De hecho, se cree que muchos de ellos pudieron darse en niños, por el consumo de leche de vacas que habían pastado en campos contaminados. Esta es precisamente la causa por la que en la serie se puede ver cómo una de las enfermeras del hospital pregunta por sus existencias de yodo y la física Ulana Khomyuk viaja junto a pastillas a base de este elemento. La razón es que tanto el yodo estable como el radiactivo son absorbidos por la glándula tiroides, sin hacer distinciones. Por eso, si previamente se ha consumido el estable y esta está “llena” será más difícil que absorba el radiactivo.
Afortunadamente, la vida media del yodo-131 es de unos ocho días, por lo que tarda este tiempo en desintegrarse. Caso diferente es el del estroncio-90 y el cesio-137, ya que sus vidas medias son de 28 y 30 años respectivamente. El primero se comporta de un modo similar al calcio, por lo que se incorpora fácilmente a los huesos y los dientes. En cambio, el segundo sigue la química del potasio, por lo que pasa principalmente a la sangre. Una vez en sus ubicaciones respectivas, ambos pueden causar grandes perjuicios en la salud.
Es importante tener en cuenta que la vida media de un isótopo radiactivo es el tiempo que tarda en desintegrarse la mitad de sus átomos. Por eso, si bien han pasado ya más de 30 años, eso significa que ya se ha desintegrado la mitad de átomos de los isótopos de estroncio y cesio, pero buena parte siguen aún presentes en el ambiente, de ahí que la zona de exclusión siga considerándose inhabitable.
Las abuelas que no quisieron marcharse
En la serie puede verse también cómo durante la evacuación una anciana que ordeña una vaca se niega a acompañar al soldado que trata de llevársela, sin ni siquiera volverse para mirarlo. Esta mujer es un retrato del centenar de personas, la mayoría mujeres, que decidieron volver a la zona de exclusión después de ser evacuadas. Conocidas a día de hoy como las “babushkas (abuelas) de Chernobyl”, siguen viviendo de lo que da el campo, sin importarles la radiactividad que pueda contener. En su momento aseguraron que habían sobrevivido ya a muchas penurias y que lo que pudiera entrañar lo sucedido en la central nuclear no las asustaba. Preferían vivir en su tierra contaminada antes que en un nuevo lugar libre de radiación.
Una central diseñada para la fabricación de bombas
Según cuentan a Hipertextual desde la Sociedad Nuclear Española, el tipo de reactor empleado en Chernobyl, el RBMK, estaba centrado en la producción de plutonio para hacer bombas, mientras que la producción de energía era algo secundario. Además, explican que “por su diseño, tenía características que lo hacían intrínsecamente inestable a bajas potencias, una región donde, en teoría, no podría operar nunca”. Esto es algo que se ha solucionado con el tiempo, de modo que los reactores comerciales ya no comparten esas características y son estables en todo el rango de potencias.
De hecho, los expertos coinciden en que el reactor que explotó no habría superado las normativas de seguridad establecidas entonces en otras zonas del mundo, como Europa o América.
La lluvia radiactiva llegó hasta Irlanda
Lo ocurrido no se detectó solo en Suecia, sino también en otras zonas de Europa y Asia, incluyendo lugares tan lejanos como Irlanda. Allí, como se puede leer en la página de su Agencia para la Protección del Medio Ambiente, a la llegada de una nube cargada de radiactividad se detectó un fuerte aumento de esta en los filtros de aire de Glasnevin. Más tarde, las precipitaciones dispersas arrastraron parte de dicha radiactividad, depositándola irregularmente por el país.
El bosque que cambió de color
Tras la explosión, muchos de los árboles de los bosques cercanos a la central nuclear se tornaron a un color amarillento y rojizo, a causa de la muerte de los tejidos que absorbieron la radiación. Poco después, los liquidadores acudieron a esta zona, que había comenzado a ser conocida como bosque rojo, los talaron y los enterraron en zanjas muy profundas, con una cubierta gruesa de arena, sobre la que se sembraron nuevos árboles más jóvenes.
A día de hoy se considera uno de los lugares más radiactivos del mundo, aunque desde entonces muchas especies, vegetales y animales, han seguido proliferando en él.
Super-aves resistentes a la radiación
En 2014, un equipo internacional de científicos publicó un estudio en el que analizaba cómo había afectado la exposición continuada a la radiación a las aves presentes tanto en el bosque rojo como en otras regiones del área de exclusión de Chernobyl.
Descubrieron que algunas especies, como el picogordo, no solo habían sobrevivido a la situación, sino que habían evolucionado para adaptarse a ella. Concretamente, generaban una mayor cantidad de glutatión, un antioxidante que ayuda a reparar los daños producidos en el ADN y que en cantidades normales no es capaz de responder a una dosis muy elevada de radiación, como les ocurrió a los bomberos y trabajadores que estuvieron expuestos durante las primeras horas después del accidente.
El parque de atracciones fantasma
Entre las imágenes más famosas que se pueden ver de la zona fantasma que se generó después del accidente están las de una noria, algunos coches de choque y otras atracciones similares. Todos ellos pertenecen al parque de atracciones de Pripyat, cuya inauguración estaba prevista para el 1 de mayo de 1986, cuatro días después de la explosión. Lamentablemente, nunca llegó a abrir sus puertas.
El escuadrón suicida, no tan suicida
Una de las historias más famosas de los héroes de Chernobyl; que, de hecho, también se describe en la serie, es la de los tres trabajadores de la central conocidos como “el escuadrón suicida”. Eran los ingenieros Alexei Ananenko y Valeri Bezpalov y el supervisor de turno Boris Baranov. Los tres se ofrecieron voluntarios para ayudar a abrir las compuertas que permitirían vaciar unas piscinas cuya agua podría provocar una fatal explosión de vapor.
Los dos primeros se introdujeron con trajes de neopreno de lleno en el agua contaminada de radiación, aun sabiendo que sus actos les llevarían a una muerte segura. Mientras tanto, Boris, también en serio peligro, les alumbraba con una linterna. Durante años se ha creído que sus miedos se confirmaron y que los tres murieron poco tiempo después. Sin embargo, años más tarde el periodista Andrew Leatherbarrow descubrió mientras se documentaba para su libro 01:23:40, que dos de ellos siguen vivos y que el único fallecido, Boris Baranov, murió en 2005 a causa de un paro cardiaco que aparentemente no tuvo nada que ver con la radiación.
¿Chernobyl en la Biblia?
Desde que se produjo el accidente, los científicos buscaron su origen en el diseño del reactor y los errores humanos que se cometieron durante aquella noche fatídica. Sin embargo, algunas de las personas más religiosas lo vieron como un suceso divino, que ya había sido presagiado en la Biblia.
La razón es que un pasaje del Apocalipsis menciona una catástrofe generada por una estrella, llamada ajenjo, que cayó del cielo envuelta en fuego y mató a muchísimas personas a causa del agua, que de repente se volvió amarga y venenosa. Ni qué decir tiene que todo no es más que una simple coincidencia, pero Chernobyl significa “ajenjo” en ucraniano. Y, claro, dada la casualidad, el pánico entre ciertos grupos de personas estaba servido.